Los sensores del vehículo, también denominados sondas, se pueden clasificar principalmente en dos categorías, según su función y según la señal de salida emitida:
Por su función:
• Sensores destinados a tareas de mando y regulación, como el ABS que gracias al control que ejerce sobre la frenada evita que las ruedas se bloqueen y mantiene la dirección.
• Aquellos que se usan con fines de seguridad. Un ejemplo claro son los sistemas antirrobo.
• Sensores para la vigilancia del estado del vehículo como mantenimiento, como el caso de los que miden la emisión de gases o la presión de los neumáticos.
Por su señal de salida:
• Señal analógica, como la del caudalímetro, la presión del turbo, o la temperatura del motor.
• Señal digital, la que indica la conexión o desconexión de determinados elementos, como los impulsos de las revoluciones del sensor Hall.
• Señal pulsatoria, como los inductivos que informan del número de revoluciones y las marcas de referencia.
Para llevar a cabo de forma óptima su labor, los sensores deben resistir las condiciones más adversas: temperatura, húmedas, suciedad, resistencia a los productos químicos y a los campos electromagnéticos. De su buen funcionamiento, obtendremos datos veraces sobre el estado de otros elementos ayudándonos a largar la vida útil del automóvil.